Una de
esas sombras se descuelga por la cornisa y, sigilosa, se adentra por la ventana
en la habitación. Un brillo metálico delata el arma que empuña y, por breves
instantes, cobra forma humana confundida entre los visillos. En la noche cálida
la brisa costera mece los visillos transparentes que se adhieren al cuerpo del
hombre que empuña la daga y de la otra sombra que, momentos
atrás, acechaba oculta. Tampoco se oyó ni un grito, solo el deslizante filo
entre los visillos y el hombre de la daga cayó desplomado torre abajo. El
estrépito del arma no desveló el sueño en Palacio y, con el mismo sigilo que
llegó, la primera sombra desapareció sobre las azoteas antes de que el alba
despuntara vigilante.
Ya entraba
la claridad del día entre los visillos salpicados de sangre cuando las voces,
desde la calle, sacaron del sueño a la princesa. Se incorporó y, asustada por
las manchas, apartó los visillos para asomarse y contemplar la fuente de tanto
escándalo. Abajo, la guardia imperial se cernía sobre el cadáver inerte del
fallido asesino. Al rato, otra sección de oficiales irrumpió en las
dependencias de la princesa, aliviados al comprobar que no había peligro. Fue
entonces cuando la joven reparó en el objeto posado sobre la mesa, junto a la
cabecera de su dormitorio, lo sujetó entre sus manos y con curioso detenimiento
observó al protagonista del que tanto había escuchado hablar a su padre... El
cáliz sagrado de Rankha de nuevo regresaba a Palacio y con él las bendiciones
de su significado secreto. Sin duda, vientos nuevos se unían a la suerte del
imperio en inmejorable presagio. Por fin las mujeres volverían a reinar y ella
podría ocupar el trono de su padre, el Emperador.
Entre las
gentes de Nathamyâe se divulgó rápido el rumor del atentado y, también, la
sucesión al trono de su nueva emperatriz. Para entonces, los guardias de
Palacio controlaban las calles, extremando las medidas de seguridad, en
previsión de posibles focos insurrectos.
...Pero El Montañés ya estaba de nuevo a bordo
del bajel, la promesa quedaba cumplida, aunque su viaje no terminaba ahí.
Mañana continuaría rumbo entre las islas, por fin sin obstáculos hacia el
continente. El Montañés aprovechó la espera para descansar. Mientras, se
dejaban caer las primeras sombras de la tarde.
¡ FELICES LECTURAS, AMIGOS/AS !
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